Su destino era hacer una nueva versión de “Karate kid” (1984), una de sus películas favoritas. Dicen los que lo conocen que la veía en video y que soñaba con reunir sus dos grades pasiones: el cine y las artes marciales.
Es que Taylor Lautner (17), nacido en 1992 en Grand Rapids, Michigan, Estados Unidos, empezó a practicar karate a los seis años, y al siguiente ya estaba ganando torneos. Pronto fue invitado a entrenar con Mike Chat –campeón mundial de la disciplina siete veces– y, a los ocho años, se le pidió que representara a su país en la división de menores de 12 en la Asociación Mundial de Karate, donde dejó en claro su talento al convertirse en campeón mundial junior de armas y formas, y ganar tres medallas de oro.
Siguió progresando en el circuito de artes marciales y, en el 2003, con 11 años, fue número uno del mundo en cinturón negro. Un año después, ya contaba a su haber con tres campeonatos mundiales en la categoría juvenil.
No sólo era bueno en la defensa personal, sino que además, desde adolescente, se mostró como un chico de una belleza exótica. Por sus venas corre sangre francesa, alemana, neozelandesa y de indio americano. Concretamente, en este caso, de las tribus Potawatomi y Ottawa.
A Lautner le apasionó la actuación a los siete años, después de que su profesor de artes marciales lo convenciera para hacer la prueba para un comercial de Burger King. A los 10, su familia se trasladó a Los Angeles, donde el muchacho finalmente encontró su espacio: se dedicó a otros deportes, como el fútbol americano y el béisbol, se integró a talleres de actuación, vivió sus primeros romances y tomó una determinación: sería primero un actor famoso, pues los deportes lo podían acompañar siempre, pero la fama había que buscarla rápido.
Fuente cinegrama
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